La respuesta humana a la música es casi instintiva.
Cuando escuchamos música, las vibraciones en el oido, se transforman en impulsos eléctricos, llegan a la corteza cerebral, donde son procesadas, activan un reflejo de sobresalto y liberan adrenalina.
Los componentes de la melodía, tono, ritmo, intensidad, tiempo y timbre, se analizan en diferentes circuitos de la corteza auditiva del cerebro y en los cricuitos de predicción de la corteza pre frontal. En unos 40 milisegundos, toda esta información es procesada en el cerebro y es cuando escuchamos la música.
Mientras ésto ocurre, se activan regiones del cerebro relacionadas con el sistema motor, los ganglios basales y el cerebelo, procesan el ritmo, generando descargas sincrónicas, favoreciendo el movimiento del cuerpo, mientras las neuronas correspondientes, descargan en sincronicidad con el ritmo escuchado. De ésta manera el sonido entra por los oídos, pero se puede expresar en todo el cuerpo.
Cuando escuchamos música, liberamos varios neurotransmisores, como la dopamina, que nos motiva a prestar atención y a buscar actividades placenteras y las endorfinas, con efecto opiáceo, que produce placer. Asi mismo, la oxitocina que favorece el acercamiento social, se libera cuando escuchamos música o cantamos en grupo. Y la música triste, libera prolactina, una hormona calmante.
Todos estos elementos pueden afectar nuestro rendimiento cuando trabajamos y escuchamos música.
La música puede usarse como un modulador del ánimo, poniendo música que nos alegre si estamos tristes o música suave cuando necesitamos concentrarnos.
Las tareas repetitivas suelen realizarse mejor escuchando música de nuestro agrado, las que requieren concentración, puede ser que se hagan mejor sin música de fondo.
La música puede profundizar el grado de atención, los sonidos graves, con contenidos complejos tienden a liberar adrenalina y cortisol, que generan emociones negativas, las cuales ayudan a enfocar la atención, aumentan el control inhibitorio y la habilidad concentrarnos en un objetivo concreto, evitando distracciones.
En contraste las composiciones simples, con tonos altos, tienden a liberar dopamina, lo que aumenta la concienca de nuestro entorno y nos ayuda a incorporar elementos externos, para generar nuevas ideas. Mejorando la memoria del trabajo y ampliando nuestra atención.
Sin embargo no es tan sencillo por que en la ecuación entra también, los deseos individuales, una combinación inadecuada de música, puede agotarnos en un esfuerzo por bloquear sus efectos mientras trabajamos.
Se suele recomendar evitar la música cuando nos enfrentamos a un territorio inexplorado, mientras nos adaptamos al mismo, usarla cuando nos encontremos frente a tareas rutinarias, con descanso cada cierto tiempo de la música, cuando sentimos que nos satura, o si comenzamos a cometer fallos por fatiga.
O escuchar la música sólo durante los períodos de descanso, para hacer un «reset» del sistema. Quince minutos de desconexión cuando estamos cansados pueden ayudar a reiniciar el trabajo con mejores condiciones de productividad.
Otro hecho a tener en cuenta es que existen diferencias individuales, en la reacción a la música, por lo que el hilo musical en el trabajo, donde todos escuchan la misma música, no suele mejorar la productividad, para algunas personas la música en el trabajo no funciona, cada quien tiene sus gustos y debería usar la música que les vaya mejor en cada momento.
Resumiendo, la música afecta nuestro ánimo y nuestro comportamiento, puede ser útil en nuestro día a dia para motivarnos, o simplemente para disfrutarla.
FUENTE: Nature
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