Una mañana fría y ventosa de un noviembre que había tardado en entrar con días
soleados entre días neblinosos y luego 3 días seguidos de lluvia y viento que alertó los programas de alerta se protección civil.
Llamé un taxi pues no puedo conducir con todo lo que tomo para domar a un tigre que va viajando conmigo desde hace años y que ahora se ha despertado con toda su fuerza.
Pero ésa es otra historia, el taxista llegó puntual, ma abre la puerta trasera, y luego de sentarme comenzamos una conversación trivial, hablando del tiempo, de allí al comentario de que la tierra tiene fiebre, y de allí a la necesidad de cambio de la sociedad de consumo. Hasta ahí todo bien, pero hizo una pregunta más inteligente de lo que parece: ¿Qué puedo hacer yo para cambiar esto?. Le di las repuestas usuales, reciclar, consumir menos plástico, no usar bolsas, elegir productos que no exploten a sus trabajadores o que no dañen el ambiente, y todo lo demás que no voy a repetir aquí.
Pero, a pesar de que la respuesta satisfizo al taxista a mi me dejó con un mal sabor de boca, puesto que me quedó la certeza de que como individualidades por mucho que sumemos, no cambiaremos mucho las cosas, son los gobiernos los que tienen que actuar, todo ello cuando me llega la noticia, de que 133 países se marcharon del foro de la ONU por que no llegaron a un acuerdo de indemnización por los daños que ocasionan sus políticas de consumo sobre el planeta y el calentamiento global.
O sea que vamos de chulos, nos cargamos los recursos del tercer mundo, generamos un gasto colosal de CO2 que está produciendo cambios que no son más que intentos de un organismo vivo que es el planeta tierra de compensarlo, de paso causa tragedias humanas, y nos negamos ni siquiera a condonar un céntimo de la deuda, o pagar algo por los daños ocasionados por siglos de barbarie.
Hay mucho que podemos hacer de manera individual para mejorar ésta situación pero en verdad, son los gobiernos los que deben tomar acción, de allí que los ciudadanos debemos tomar conciencia y aumentar la capacidad política de los partidos ambientalistas.
Además el sistema ha de cambiar añadiendo bienestar a la ecuación económica, como consumidores debemos preguntar siempre si el producto tiene origen en una empresa justa, que no dañe el ambiente y que trate de manera adecuada a sus empleados, que no los tenga trabajando en Bangladesh sobre explotados en un local que se les puede caer encima y matarles.
És el poder de los microsistemas en la medida que tengamos una cultura ecologista y de justicia social generaremos bienestar colectivo. O al menos eso pienso.
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