
Retorno + mañana lluviosa invita a cavilar,
Erase un país, ahora muy lejano donde vivía gente amable y cariñosa, donde el que venía de afuera se sentía aún mejor que en su país de origen y rara vez lo abandonaban, a pesar de que iban a hacer riqueza y con la intención firme de regresar, terminaban emigrando en familia, enriqueciendo aún más a éste país donde su principal riqueza era la naturaleza y el calor humano. La justicia era espontánea y el trabajo honesto y creador era un valor, el respeto mutuo y por lo ajeno era una norma que permitía a todos prosperar.
Sucedió un día que la providencia concedió el deseo pedido por mucho tiempo por estas buenas gentes y era el de contar con recursos para hacer prosperar aún más a los necesitados, y para acoger mejor a los que llegaban con necesidades, se dotó a este país entonces de riquezas ilimitadas. Y todos fueron felices.
Al parecer la riqueza fácil trajo como compañía a su amiga la codicia, comenzó poco a poco, al principio fué algo sutil, luego fueron cambiando los valores, ya ser trabajador no era de listos, lo lógico era hacerse de dinero sin esfuerzo, los funcionarios dejaron de ser atentos y retrasaban su trabajo con el fin de obtener dinero de trámites de gestión, la policía se vendía al mejor postor, los tribunales, dejaron de dar justicia, los hospitales dejaron de funcionar, las clínicas privadas colapsaron, las calles se llenaron de coches y cochazos, con conductores aguerridos y violentos, los atracadores se adueñaron de las calles y cuando las personas dejaron de vestirse bien y de llevar joyas, se hicieron más hábiles y comenzaron a secuestrarlas, a cambio siempre del dinero.
Los árboles frutales que se daban espontáneamente en el fértil suelo, donde un niño con hambre no tenía mas que extender la mano y coger un poderoso mango, fuente de energía rápida y de nutrientes que mantenían dadivosos ecosistemas completos en sus bases, fueron desapareciendo, pues atraían moscas y delincuentes, los aguacates que se regalaban se empezaron a vender desde las matas aún antes que madurasen, amigo cuánto tienes, cuanto vales, fué haciéndose la norma.
Las estadísticas de bienestar , otrora comparables a las de los países con mas desarrollo ahora se hicieron similares a la de los países en guerra, o que habían sufrido graves tragedias. En este caso la tragedia era interior en las personas que vivían en este país.
Los gobernantes se aprovechaban de la situación de inseguridad reinante, para silenciar a los que se oponían a las ideas de un régimen, tal vez lleno de buenas intenciones, pero que con el culto a la mediocridad, la incondicionalidad, y al trabajo fácil se fué quedando sin técnicos valiosos, que emigraron a hacer prosperar economías y servicios allende las fronteras del país donde eran bien recibidos.
La gente compraba cosas robadas, todos participando en un festín de antivalores, que hacía la vida imposible, eligieron gobernantes que prometían riquezas sin esfuerzos, y resultaron truhanes, pícaros que usaban sus posiciones de poder para enriquecerse aún más, y se creó entonces la paradoja de un país rico con habitantes pobres, no sólo económicamente, si no moralmente.
Aunque todo hay que decirlo, la evolución del proceso hizo que algo de la riqueza del país a manera de migajas llegara a los necesitados, grandes masas de excluidos, que otros regímenes tenían olvidados, garantizando así su permanencia «democrática».
Sin embargo la codicia tiene el problema de que lleva en sí misma la semilla de su propia destrucción, como un parásito que termina perdiendo el control y destruyendo su hospedero y por ende muriendo él mismo, así la codicia al irse extendiendo sin límite termina destruyendo a sus parasitados, individualmente o en grupo y la sociedad termina reencontrando sus valores, esta vez aprendiendo que existe un sólo camino para el bienestar que es la virtud.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
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