El hígado graso o esteatosis hepática, es una alteración común, relacionada con hábitos nutricionales y de estilo de vida.
Hasta un 35 % de la población general puede ser portadora de esta entidad. Se ha determinado que se encuentra en el 80 % de las personas obesas y hasta en la mitad de los pacientes a los que se le realiza cirugía baríátrica.
Hoy por hoy, el hígado graso constituye la principal causa de elevación de las enzimas hepáticas en la población en general.
Una vez se pensó que se trataba de una enfermedad benigna que raramente progresaba a enfermedad crónica hepática, generalmente se trata de una condición reversible, que se trata con pérdida de peso, y medidas generales de cambio de hábitos.
Se ha demostrado que un 30 % de las personas con ésta entidad se mantienen igual luego de 3 años, mientras un 30 % mejora y un 30 % progresa. La mortalidad en general, puede ser hasta un 10 % mayor a 10 años en pacientes portadores de hígado graso no alcohólico.
Hasta un 15% a 50 % de los portadores de esta entidad pueden desarrollar fibrosis o cirrosis hepática, luego de un período de observación de 10 años, generalmente relacionados con obesidad, diabetes tipo II o hiperlipidemia.
Ante el diagnóstico de higado graso, se recomienda, descartar el consumo de alcohol, la ingesta de ciertos medicamentos como el paracetamol, o la presencia de patología autoinmune o infecciosa como causa de la hepatopatia. La mayoría descartables con una historía clínica detallada.
Existe una relación importante del higado graso no alcohólico, con el sindrome metabólico, la diabetes mellitus tipo II, la hipertensión arterial, la dislipidemia y la obesidad.
Se trata de un cuadro en general asintomático con pocos hallazgos durante el examen clínico. Como datos objetivos durante el examen, es importante calcular el índice de masa corporal y registrar la circunferencia abdominal, como indicadores indirectos de la grasa visceral.
Ante la posibilidad de la entidad, se recomienda realizar una rutina de laboratorio, que incluya, Hemograma, Ecografía abdominal, Enzímas hepáticas, Colesterol Total y Triglicéridos, Glicemia en ayunas, Hemoglobina Glicosilada y Serologias infecciosas virales hepáticas.
La presencia de factores de riesgo cardiovascular, la ecografia abdominal que evidencia esteatosis hepática, elevación de transamisas, con ALT superior a AST y GGT, y la exclusión de consumo de alcohol, establecen el diagnóstico de manera altamente probable.
La piedra angular del tratamiento del hígado graso no alcohólico lo constituye el cambio de hábitos nutricionales y de estilo de vida. Se recomienda una pérdida de peso de al menos entre el 7 y 10 %, del peso total. Alimentación adecuada, con una dieta restricción calórica de hasta 500 a 1000 kcal/dia y actividad física, mediante entrenamiento aeróbico o de resisténcia, de al menos 150 minutos semanales divididos en varias sesiones.
En caso de la presencia de fibrosis avanzada o cirrosis en la imagen, o esteatosis precoz con factores de riesgo de progresión, como la edad mayor de 50 años, la presencia de diabetes tipo II o el diagnóstico de sindrome metabólico, se recomienda iniciar tratamiento farmacológico.
En éstos casos es recomendable el manejo por un especialista del área. Podría estar indicado el tratamiento con sensibilizadores a la insulina, de elección la Pioglitazona, añadidos o no al uso de antioxidantes como la vitamina E.
Si no hay respuesta a los cambios de estilo de vida, se ha recomendado el uso de cirugia bariátrica.
En resumen se trata de una alteración frecuente, detectada en las analíticas de rutina al solicitar las pruebas de funciòn hepática, y donde una intervención en relación a una vida sana, puede mejorar en mucho la calidad de vida a futuro.
La presente información es meramente informativa y no pretende sustituir el buen consejo de un profesional sanitario de su confianza.
FUENTE: MEDSCAPE.
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