
Siguiendo con el tema de epidemiología y políticas poblacionales en embarazadas, comentaremos los protocolos de diagnóstico prenatal establecidos universalmente.
Esto es a todas las embarazadas se les realizan una serie de pruebas que buscan descartar los problemas médicos más comunes.
Se ha de decir que la mayoría de los embarazos que pasan de las 12 semanas, tienen grandes probabilidades de acabar bien, independiente de las intervenciones que sanitarias que se establezcan.
En realidad la morbilidad de las embarazadas suele ser baja, de allí que los cambios en las intervenciones sanitarias suelen tomar décadas para establecer su impacto.
Esto explica el auge del «naturismo» en los países desarrollados, ya que la mayoría de los eventos indeseables se pueden prevenir durante la asistencia sanitaria a las embarazadas, de allí que el parto pueda ocurrir sin complicaciones en la mayoría de las veces, en cuclillas, apoyadas al borde de la cama, en la casa, en una bañera o en un taxi.

El problema está en que existe alrededor de un 10 a 20 % de partos que requerirán de atención especializada, lo que están descubriendo países como Holanda, donde el parto en domicilio esta institucionalizado y las tasas de morbilidad materna y neonatal son las mayores del primer mundo, lo que lleva a las embarazadas a solicitar cada vez más partos hospitalarios.
La sugerencia es que toda embarazada de bajo riesgo que decida tener su parto en su domicilio, debe ser advertida de ésta posibilidad.
Entrando en el tema que nos ocupa hoy, la primera de las herramientas de diagnóstico perinatal la constituye el ultrasonido, se puede decir que marca un hito en la obstetricia, un antes y un después en la especialidad, ya que genera la posibilidad de estudiar al feto como paciente y de evaluar con bastante certeza su anatomía.
Es un método no invasivo que se basa en el sonar, un cristal de cuarzo, emite sonidos de alta frecuencia (de allí el nombre de ultrasonido) mediante el llamado efecto piezo-eléctrico, esto es, la electricidad hace que se deforme el cristal y vibre generando el sonido, esté sonido atraviesa los tejidos con un comportamiento conocido, al atravesarlos, generando ecos de acuerdo con la consistencia de los mismos, los ecos son captados nuevamente por el cristal, que se deforma nuevamente, generando impulsos eléctricos, que luego son analizados por un ordenador para generar una imagen que debe ser interpretada.
El hecho de que el feto se encuentre rodeado de líquido convierte la cavidad uterina en un entorno ideal para estudiarlo mediante esta técnica. Validada desde los 70 – 80, hoy se sabe que es totalmente inocua, a las frecuencias sónicas que se utilizan para el diagnóstico.
Se indican al menos tres ecografías durante el embarazo, de acuerdo con las condiciones de riesgo y las condiciones de cada embarazo en particular, se pueden realizar adicionales sin riesgo para el embarazo y ya algunos preconizan, dada las capacidades de imágenes de los equipos actuales, añadir una cuarta ecografía a principios del II trimestre para diagnóstico anatómico precoz.
La ecografía del primer trimestre, se realiza hacia las 11 a 13 semanas, básicamente establece la edad real del embarazo, al medir el feto, y busca un marcador precoz que es la traslucencia nucal, una zona sonoluscente en la parte posterior de la nuca fetal, si se encuentra por encima de cierto valor de acuerdo con la medida del feto, puede sugerir la presencia de alguna alteración cromosómica, genética o anatómica fetal. Y requerirá de más estudios. Estas medidas se utilizan para el cribado de problemas cromosómicos, junto con la medición en sangre materna de ciertas proteínas del embarazo.

En esta ecografia además se pueden evaluar otros marcadores precoces que aún no se encuentran bien estandarizados, como son la osificación de los huesos nasales, la presencia de defectos en pared abdominal, problemas gruesos de las extremidades, el cráneo, o de la columna vertebral, así como la evaluación funcional con equipos modernos que incluyen estudios doppler que ya analizaremos en otro post.
En el segundo trimestre se realiza una segunda ecografía hacia las 20 semanas, cuando ya el feto tiene todos sus sistemas conformados y lo que le falta es crecer, ésta prueba busca un diagnóstico anatómico fetal, por ello se llama morfológica, y salvo algunas alteraciones del crecimiento fetal que son evolutivas, permite un diagnóstico de estructuras bastante preciso.

Hacia las 34 semanas se recomienda una tercera ecografía que establece si el crecimiento fetal es el adecuado, establece la posición fetal y la ubicación placentaria, así como suministra información básica de bienestar fetal.
Como toda prueba diagnóstica la ecografía tiene sus limitaciones, basadas en las características de la prueba (se trata de una imagen indirecta), de la paciente (la cantidad de grasa de la piel atenúa la intensidad del ultrasonido), del feto (dependiendo de la posición en que se encuentre), del equipo (existen diferentes calidades de imágenes) y del observador (es una prueba que depende de la experiencia y entrenamiento del que la realiza).
Un control prenatal adecuado va mucho más allá que realizar ecografías, implica su correlación con la historia individual de cada embarazo y la tipificación del riesgo perinatal en cada consulta, que debe ser realizada por personal calificado.
No existe una prueba de diagnóstico perinatal que por sí misma establezca que el feto viene bien, podemos acercarnos bastante pero la certeza de que todo ha estado, bien no se tendrá hasta el nacimiento de un bebé sano, o mucho tiempo después cuando se convierta en un ser humano útil a la sociedad que le envuelve.
Recordar que la función de éste post es meramente informativa y que no sustituye el buen criterio de un profesional de salud de su confianza.
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