La gente se acostumbra a todo, hasta a vivir con miedo. Y no es díficil dados los tiempos que corren, venimos de una sociedad que se esforzaba en dar seguridad, y de repente descubrimos que nada es seguro.
Una sensación de inestabilidad que desemboca en miedo, que nos mueve a buscar más control, en una realidad que no controlamos, con consecuencia de frustración y malestar, que se irradia a nuestro entorno.
Si eres reflexivo, evitas caer en un espiral de miedo, frustración, malestar, que puede tener consecuencias nefastas en tu entorno y en tu vida personal.
No es casual la escalada de agresividad que sentimos, en unas sociedades más que en otras, es el resultado de aquello que se llamó capitalismo desperzonalizador. Esto es que sólo importa el capital y lo demás ya vendrá después.
Si bien es cierto que la holgura económica es importante para lograr el bienestar, con más frecuencia de lo que quisieramos como le sucedía a el Sr. Scrooge de la historia de Dickens, se convierte en fuente de infelicidad.
Y es que ningún extremo es bueno, de allí que sea importante la moderación, tan preconizada por las filosofias orientales, o el aúreo término medio de Aristóteles, filosofías que nos hacen sentir bien aún en las situaciones difíciles que el estilo vida actual, genera.
Seguir el camino del medio, el problema está cuando el péndulo está muy ido hacia un extremo, entonces el medio quedará por sobre la frontera de la mesura y es un error frecuente. Siento que ahora, en ocasiones, el péndulo está tan ido hacia el lado oscuro, que cualquier camino que busque un intermedio entre dos argumentos, queda sobre el lado oscuro.
Se impone entonces una postura más radical tirar hacia la luz y la verdad con más fuerza para que el punto intermedio quede más hacia la luz.
Y ¿dónde queda la luz?, es fácil, donde están los principios. Todos tenemos una brújula interna que nos dice lo que está bien y lo que está mal, lo que pasa es que con frecuecnia conseguimos escusas para encontrar lo bueno de lo malo y entonces creamos amplias zonas grises para justificarnos, que nos desorientan.
Por ejemplo, cuando se pone un límite de tolerancia al robo, o se justifica en la necesidad, es decir cuando se justifica el robo, aduciendo que no requiere pena si el daño que causa la pena, vale menos que la cantidad de dinero que produce la pérdida del objeto o si se hace por necesidad. No os confundais, entiendo el punto de vista de Victor Hugo cuando critica al sistema Francés que encarcela a Jean Valjean por robar comida en un acto desesperado para su familia, convaleciente. No nos pasemos.
La solución no es no castigar al que robe, si no buscar que el castigo sea proporcional al daño y la sociedad habría de proveer los medios, para que nadie tuviese que saltarse la ley por necesidad, éso en un mundo ideal.
La realidad es otra y las grandes corporaciones que nos gobiernan y gobiernan nuestros gobiernos , sólo están pendientes de la bolsa y de los estados de ganancias y pérididas, en una abstracción miope de la realidad, sin darse cuenta que todos vamos en una misma nave espacial y que nos la estamos cargando, y lo que es peor, que no contamos con la tecnología para desechar el planeta e irnos a invadir otros mundos como las películas de aliens tratan de hacerlo con el nuestro.
Sí hay cosas que hacer, tal vez un buen comienzo sería escuchar ésa vocecita interna que nos dice lo que está mal sin estarle dando justificaciones, para convencernos que esta vez no le haremos caso, por que nos conviene más callar o hacer algo diferente.
Dejar de tratar a la conciencia, como un delirio esquizofrénico que requiere tratamiento de drogas y alcohol para mantenerlo callado además de frustración e ira descargada a nuestro alrededor, para permitir una puerta de salida a nuestro propio disconfort por no escucharla.
Así todos tal vez viviríamos mejor.

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