
No se puede huir de los problemas, la vida nos enseña continuamente a enfrentarlos, luego de mucho andar, tal vez por que una coalición frontal, no funciona, se llega a la conclusión del sabio, que se han de enfrentar con excelencia, tal vez por que si la sociedad se decanta por un camino, nos arrastrará indefectiblemente a todos, estemos de acuerdo o no.
A muchas personas formadas en valores arquetípicos, les suele chocar la prevalencia de antivalores, cómo prosperan y se van adueñando de espacios, ante la indignación de algunos, la tolerancia de muchos y la indiferencia de demasiados. Son caminos errados trenes en los que en un momento dado se monta la sociedad y nos arrastran a todos en un camino autodestructivo, a pesar de muchos que gritan, se paran a reflexionar y dicen cosas que no quieren ser oídas en una orgía, eufórica de conductas erradas, que causan miserias, y malestar en su camino.
En lo que parecen ser ciclos históricos, terminan prevaleciendo éstos antivalores, que se convierten en culto a los pecados capitales, y que terminan con civilizaciones, cuando llevan a la mayoría a padecer lo indecible y es cuando ocurren los estallidos, violentos que generalmente cambian las cosas para seguir igual, citando a Lampedusa en su célebre obra El Gatopardo.
Luego de dar tumbos por la vida, te das cuenta de que la soberbia y la vanidad son malos aliados, sobre todo cuando dominan en la sociedad, en el fondo se utilizan como justificantes disfrazados de justicia, cuando en realidad, lo que terminan es beneficiando a unos pocos y perjudicando a la mayoría. Y acabando con los que los enfrentan.
El enfoque de enfrentar directamente la mediocridad (sin intención peyorativa, utilizo la acepción de mediocre: «de calidad media» según la RAE), funciona si la mayoría de la sociedad se rige por valores de excelencia, entonces un enfoque de enfrentamiento directo, podría funcionar pues conseguirá apoyo en todas las esferas y terminará aplastando el comportamiento mediocre. Sin embargo si la sociedad ha llegado al punto en que la mayoría ha perdido sus valores, entonces ya se ha montado en el tren de la autodestrucción, como civilización, que pasa por generar miserias y daños a muchos, hasta que éstos «Indignados», generan un cambio de paradigma, que no es más que un intento de restablecer los valores.
Si bien existen fuerzas situacionales y sistémicas que ya comentamos en éste blog en relación al «Efecto Lucifer» que si no se tienen en cuenta, terminan moldeando a los nuevos líderes, lo que explica la cita de Lampedusa…y vuelva a comenzar.
Tal vez uno de los marcadores de que éste cambio autodestructivo de una sociedad está ocurriendo, es cuando cuesta comunicar valores, o mejor dicho cuando tienen que enunciarse constantemente, para aclarar que existen, con el agravante de que cuando se habla de valores, con personas que no los profesan de la misma manera, es difícil lograr una comunicación real, más si la persona con antivalores, detenta el poder. Es como si se hablase en idiomas diferentes, lo triste es pensar que se tiene un diagnóstico, que se puede plantear un tratamiento, pero que la sociedad no le interesa tratarse, en una conducta de negación autodestructiva que terminará con ella. Y donde siempre terminan pagando los que menos responsabilidad tienen. Me parece oír un: «Que se ajusten, tu»
Dice uno de los principios éticos primarios, el de autonomía, que «no se puede ayudar a quien no quiere ser ayudado». Y es verdad y es una pena.
Siento que la salida puede ser para los que guarden algún tipo de principio, el convertirse en islas de cordura, desde las cuales con eficiencia, pueda construirse todo cuando el tren haya pasado, con humildad, generosidad, templanza, fraternidad, moderación y diligencia.
Si esto no resuelve el problema, al menos permitirá a unos cuantos vivir mejor.
Ojalá éstas sean elucubraciones de un tío cansado de andar por el mundo enfrentándose cíclicamente a los mismos discursos.
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