Cada vez es más difícil callar, tal vez sea la velocidad con que nos llega la información, múltiple, variada, diferente, cambiante, rápida, lo que nos impide asimilarla, procesarla y concluir deductivamente sobre lo que sucede en nuestro entorno y tomar decisiones lógicas, que permitan evolucionar a mejor.
La velocidad con que se han de tomar las decisiones, nos obliga a utilizar la vía rápida, un mecanismo básico, similar a un acto reflejo, como cuando retiramos la mano de una superficie caliente antes de darnos cuenta de manera consciente, en un reflejo de integración medular, que actúa antes de que llegue la información a la corteza cerebral.
Ésta vía de toma de decisiones rápidas es emotiva, e integra sentimientos en lugar de lógica, es basal, amigdalar, de tallo cerebral, algo así como cuando en una discusión de equipo de trabajo, ante puntos de vista encontrados, actuamos en base a la sensación que nos genera el comentario en vez de razonarlo. Luego racionalizamos nuestra conducta, nos contamos una historia que la complementa, y nos la creemos, por que así funcionamos y es la forma más económica de guardar y extraer recuerdos. El método inductivo.
El razonamiento deductivo es lo contrario, lo que inmortalizó, Sir Arthur Conna Doyle con su personaje de Sherlock Holmes, es el que se hace servir con frecuencia en medicina, parte desde las premisas, cuidadosamente validadas y luego llega a una conclusión que ha de ser comprobada.
Este actividad mental exige la utilización a nivel de «hardware » cerebral, de una vía más lenta, pero más certera, cortical superior, de mayor esfuerzo, implica validar las premisas, luego comparar con un conocimiento de relación causal, establecer una hipótesis, crear hipótesis alternativas y demostrar la correcta. Método Científico.
A la final es para lo que sirven las universidades, para entrenar en el uso del razonamiento deductivo en una determinada área del saber. De allí que para obtener cualquier licenciatura se ha de realizar un trabajo de acreditación que no es más que un entrenamiento en el método científico, aplicando los conocimientos deductivos para llegar a una conclusión. A diferencia de las diplomaturas que establecen el conocimiento necesario para ejercer un trabajo técnico, sin conocer los intringulis de la relación causa efecto.
Toda esta parrafada, es para justificar mi preocupación por lo que sucede en el planeta, y tengo la teoría de que por el motivo que sea, las decisiones las podrían estar tomando personas sin preparación científica, emotivas a nivel de tallo cerebral, no cortical, sin asesoramiento deductivo, no es casual que en muchos países del primer mundo se exijan titulaciones de doctorado a los políticos para poder acceder a un cargo alto de gerencia pública.
De acuerdo en que el criterio anterior puede ser excluyente y considerado clasista, y que ello no garantiza que alguien del mundo académico, aislado de la realidad social, tome las decisiones correctas siempre, como suficientemente lo han demostrado los economistas de Harvard, pero al menos los que no tuviesen ésa titulación deberían escuchar asesores que la tuviesen, o que utilizasen el razonamiento deductivo en la toma de decisiones y argumentaciones.
Entiendo además que no todos los profesionales utilizan el razonamiento deductivo en el día a día, éste requiere de entrenamiento, constancia y esfuerzo, algo que no todo el mundo está dispuesto a realizar, es más fácil tomar decisiones emotivas y luego racionalizar. Que es además el mecanismo de funcionamiento «por defecto» de nuestro cerebro.
El punto es, que las decisiones emotivas pueden estar erradas, es la típica disculpa, cuando luego de decidir nos encontramos acorralados contra las cuerdas de la realidad y nuestras racionalizaciones no se sostienen: «Es que fue un pronto, una decisión de momento ofuscado», de allí el sabio consejo de no tomar decisiones, ni hacer argumentaciones, cuando no te encuentres en el estado de ánimo adecuado.
Pareciera que el mundo entero se ha apuntado a la toma de decisiones «de pronto», racionalizadas posteriormente, con historias, mas bien narraciones que nos contamos, para justificarlas. Sobre todo si sus consecuencias las terminan pagando otros, que suelen ser los que menos tienen poder de decidir.
La excusa, ante una realidad diferente que previmos de: «lo hice sin mala intención» no basta, no es suficiente tener buenas intenciones, sobre todo si las decisiones de nuestros actos las padecen otros. La lógica concluyente del refrán «De buenas intenciones está sembrado el camino al infierno», se explica por sí misma. Las decisiones y argumentaciones, deberían ir acompañadas de un razonamiento deductivo que las justifiquen, con frecuencia veo gerentes, políticos, profesionales o pacientes, negar premisas evidentes, para contarse historias que justifiquen acciones que luego demostraron estar equivocadas, tomadas a nivel amigdalar, cuyas consecuencias terminan padeciendo, cuando las consecuencias de tus decisiones te afectan a ti mismo, en lo personal, bueno puede pasar, pero cuando afectan a terceros, a un grupo, a una población o a todo el planeta, no es justificable moralmente.
Aún a veces tomando las mejores decisiones el resultado no es el que se espera, cuando las decisiones no son las mejores, o no son las razonadamente mejores, las posibilidades de errar son mayores.
Cualquier hora es el momento de empezar a tomar decisiones reflexivas, deductivas. Si no tenemos las herramientas, para ello están los profesionales, que las deberían tener y cuya función es asesorarnos objetivamente, para que tomemos la mejor decisión posible de acuerdo con nuestro mejor criterio.
El refrán catalán «D’on no hi ha, no en raja» que se traduce no literalmente, al castizo «No hay que pedir peras al olmo». No se habría de aceptar, la actitud debería ser «pues hagamos que haya», «busquemos las peras en el peral», es detectar el problema y buscar soluciones, no dar una solución y luego buscar el problema, muchas veces funcionamos así.
A veces cuando intento racionalizar los resultados de una elección sólo los puedo interpretar desde el punto de vista de una decisión visceral no racional y sólo así podría explicar el motivo por el cual las cosas están como están.
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