DIA 4.
Desde un Bar, vemos la bahía de Stintino, un puerto de pescadores que tiene un mar interior, aunque ahora se dedican más al turismo que a la pesca, en un tiempo, los pescadores se ganaban la vida entrando 3 millas mar adentro a buscar atunes, en el mes de mayo, que en la víspera de ese mismo día eran trasladados de súbito (parafraseando el italiano), a Japón donde al día siguiente eran servidos en restaurantes a 1000 dólares el kg. Aún fresco.
Por cierto el nombre del puerto por lo que pude entender viene de la similitud del trayecto sinuoso que hace el mar interior con un intestino, que en dialecto local se dice «Stinthitini» o algo así.
Luego de dos días de ir al café Lu Fanali, valga la cuña, decido llevar el bañador, y una toalla y mientras Julian hijo y Teresa desayunan, bajo a tomar un poco el sol y bañarme en las tranquilas, azul verdosas y transparentes aguas, me llama la atención el tráfico de botes, grandes que van hacia el parque de la Sinara, que enturbian un poco el aire con sus motores diésel que en la pureza del aire se siente enseguida, nado unos 100 metros dentro de la bahía, floto un rato nado un poco más y regreso a la playa que es pequeña y llama la atención además de que haya tan poca gente. Cuando decido salir, me encuentro con un cartel colocado de espaldas a la playa en una pared que sólo se ve cuando vas de salida que pone «VIETATO BAÑAZIONE» y hace además referencia a una ordenanza municipal.
Entiendo entonces por qué hay tan pocas personas en la playa, sin embargo habían niños jugando en la orilla del mar y metiéndose en sus calmas y cristalinas aguas.
Mientras me preocupaba por mi salud, Teresa pregunta al dueño del bar y entendimos que la prohibición era por medidas de seguridad, por si ocurría un accidente en el puerto, el ayuntamiento no se hace responsable.
Esto es una de las cosas que nos suelen parecer especiales de los Italianos, es su falta de acomodo a las normas, tal vez en cualquier otro sitio, el letrero no haría una prohibición tan tajante, simplemente expondría algo así como: «Embarcaciones entrando y saliendo, se recomienda precaución y baño sobre su propio riesgo.»
La prohibición da por sentado que la gente no le hará caso y que de esa manera la alcaldía salva su responsabilidad.
A veces hay que salir para valorar lo que se tiene.
Como en todos sitios hay de todo.
En otro orden de ideas, la desconexión ha ido bien para mi salud mental, en momentos donde sentía que los problemas no se acababan, al contrario se reproducían, en el ocaso de nuestra cultura tal como la conocemos, busco señales de esperanza y las veo en las nuevas generaciones, para citar a Galeano, «éste mundo enfermo y pestilente está preñado, de una generación nueva con ideales distintos, donde importan más las personas que el lucro, y ése mundo posible es el que hace que valga la pena vivir éste no deseado…» (buscar la entrada en éste mismo blog).
Y es que a veces pienso que nuestra generación ha dejado escapar una oportunidad de oro, con todo el gasto energético bestial, que hemos y seguimos utilizado, sólo hemos logrado aumentar la miseria, la ignorancia y el hambre. No creo que hayamos podido hacerlo peor y los que vienen, serán los que les toque solucionar nuestros desaguisados, Ojalá puedan hacerlo, si no el planeta seguirá su termodinámica de la vida, sin nosotros y sin muchas especies que nos hemos dedicado a destruir, en un afán desmedido de lucro de unos pocos y en la ignorancia sin límites de otros muchos. Todos somos responsables, la pregunta es ¿qué podemos hacer para solucionarlo?. Yo sé las respuestas y no me considero excesivamente listo, todo lo contrario, ¿las conoce mi querido lector?, si la respuesta es positiva, comience a aplicarlas, si la respuesta es negativa, comience a buscarlas. Eso es ya un comienzo se trata de un cambio desde abajo.
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