
La situación planteada ayer por los indignados en el parlamento, no puede menos que ser comentada.
En el marco de un movimiento que se extingue por una falla en la canalización de las propuestas en objetivos concretos, surge la idea de ir a manifestar al parlamento contra la aprobación de un nuevo presupuesto, que por lo que he leído por allí, no era apoyada por todos los del 15 M.
Por algún motivo una propuesta pacífica se desvirtuó y si bien los ciudadanos tienen todo el derecho de manifestarse a favor o en contra de lo que se discute en la cámara, lo que no está bien es violentar derechos de otros ciudadanos, así sean políticos, a ejercer su trabajo que es mandato del ordenamiento jurídico vigente. En ése momento se empieza actuar violentamente y una manifestación violenta, deja de ser pacífica, perdiendo mucha de la fuerza moral ganada.
Por otra parte, hay que entender a un grupo de personas, que se sienten violentados por un sistema que tiene grandes fallos y tal vez uno de los más grandes ha sido la incapacidad de los políticos para canalizar ésta inquietud social, en proveerle una entrada al sistema, que permita canalizar discusión en los foros adecuados, y generar soluciones, dentro de un sistema que no es perfecto pero que sí es perfectible.
Pareciera que a la clase política esta desfasada de sus electores, o peor de un grupo de personas que no encuentran representatividad dentro del sistema. Un grupo de personas muchas de ellas con preparación y estudios, que no tienen perspectivas ni inmediatas, ni futuros de desarrollo personal y de una vida digna.
Estos indignados, son excluidos de un sistema que generó una sociedad injusta, no son unos comunistas que quieren destruir a la democracia, por favor, esté discurso de los 60 no puede ser más anacrónico en pleno siglo XXI, tampoco las respuestas que están planteándose, preocupan en particular la afirmación de la privatización como una salida al gasto social, salidas que ya se han intentado en muchos sitios en los 70 y 80 y que dieron como resultados un deterioro de los servicios con un aumento de su costo, ya que los objetivos de una empresa privada, difieren mucho de los objetivos de una empresa pública, ya se ha discutido mucho el tema en diversos foros por lo que no me extenderé en ellos. En fin las respuesta que se plantean parecen inadecuadas a una crisis que muchos pensadores y economistas actuales plantean que sea más del sistema capitalista como un todo, que de la gestión que se pueda hacer localmente de ella.
Las soluciones son macroeconómicas, ya hay gente trabajando en ellas, la clase política en éste momento crucial de la historia de nuestra civilización , debe colocarse a la altura, hay muchas dudas en éstos nuevos paradigmas planteados, pero hay más dudas sobre la sostenibilidad de un sistema capitalista que se basa en crecimiento para poder dar prosperidad, en un planeta con recursos finitos que están llegando ya a la curva donde el agotamiento de recursos hace que los precios de los mismos suban, no es casual que el petroleo suba, no es casual que hayan guerras en mucho promovidas por empresas transnacionales, en países del tercer mundo con recursos, que todos compramos y consumimos, a pesar de su obtención criminal, todo en nombre de un ya fallido «Estado de bienestar», que ya no es sostenible ni siquiera en el primer mundo.
Es momento de hablar de desarrollo sostenible, de tecnologías alternativas, de cambio de hábitos de consumo y de evaluación del bienestar no sólo por indices de producto interno bruto, si no por índices de calidad de vida, mejor uso del ocio e iniciar un viaje más interior que exterior que nos lleve al bienestar de todos como sociedad. ¿Utopia?, muchos científicos y tecnócratas ya comienzan a hablar de ello. Algo habrá que hacer puesto que hemos vivido de recursos que son agotables y se están agotando, y que conste que no soy un comunista ni un desadaptado. Como alguien ha comentado por ahí.
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