La abuela fue un pilar de sabiduría práctica.
«-¿Qué le pasa mijo?, que lo veo cabizbajo…» con frecuencia al verlo angustiado, sin preguntar mucho los detalles, le decía que se sentara y esperara, que todo tenía solución, menos la muerte y muchas veces ella en si misma puede ser una solución.
«-Deja que la burra escoja el vado»,- le decía cuando lo veía intentando de componer el mundo, «-nosotros cumplimos con hacer lo mejor posible, lo demás escapa de nuestras manos».
-Fe, oportunidad y suerte, las cosas que regulan la vida.
-Nosotros cumplimos poniendo de nuestra parte, al final la constancia es lo que importa, lo demás no tiene valor.
El ser humano va evolucionando a base de angustias.
Angustia, angustia de vida, que rodea una infancia feliz, protegida con afectos, que dieron fortaleza, modelaje estoico de la sensibilidad y formación, que definen un carácter que llegó a ser retraído, con miedo a hacer algo mal, e inseguridad, que le obliga a aferrarse a lo objetivo y bloquea la subjetividad.
Luego la Angustia de la adolescencia que no sabe donde ubicarse, con temores hormonales, rabias inexplicadas, junto con enternecimientos injustificados, amores todopoderosos, invulnerabilidad, invencibilidad sin límites y grandes proyectos imposibles.
Continúa la Angustia de la adultez con problemas pragmáticos, impuestos por la realidad que nos arrastra a una vida de esclavitud mercantil, donde por unos 20 años, el hombre medio se hace esclavo de los pagos mensuales y de un sueldo insuficiente, por alguna razón desemboca en los cuarenta, en una tranquilidad aprendida, según los caminos que se hayan tomado, se llegará una adultez tardía, tranquila o rodeada de zozobra, calma o con remordimientos, acompañada o solitaria, los miedos se reafirman o se superan en una edad en que se pagan o se remuneran los errores. el haber aprendido o no de ellos y el haber rectificado o no a tiempo.
Los sortarios llegan a la vejez, dejando la naturalidad para sí mismos, y creándose una coraza de retraimiento y timidez, para compartir su sabiduría interior, todo un tesoro, sólo con quien sea digno de él y lo compartirá sin burlarse en su desnudez. Mientras tanto el saber se esconderá en los libros y la ciencia, terreno seguro donde al pan se llama pan y al vino se llama vino. Malpreparándonos para la faceta subjetiva de la vida, con un bloqueo emocional, que le protege.Pero que le limita en esa maravillosa experiencia que se llama vivir.
El precio del conocimiento de la vida se paga con una capacidad limitada físicamente en un cuerpo mermado. Lo que hace que el observador superficial desdeñe a los ancianos pues los ve impedidos físicamente, en un atavismo evolutivo, donde el que no tiene capacidad física, parece ya no ser útil, cuando en realidad la capacidad intelectual, se mantiene un tiempo hasta que el desdén hace que pierda en el fallo físico, de un cerebro, que agota sus funciones al verse afectado por el paso de los años. Tesoro de sabiduría que dejamos perder día a día en las tristezas de los asilos, , ¿que tan ricos podemos ser para permitirnos ese lujo?. No fué el caso de la abuela Rosa, pero si lo es el de muchos en la vida moderna actual.
La experiencia de la vida se respira segundo a segundo y se desprende por cada poro, y en cada célula epitelial, en un fluir constante que no se detiene a nuestro alrededor y que ricamente se continua en las relaciones humanas, lazos invisibles que nos unen a todos en un mismo fluido de energía, descubriéndose gracias a la experiencia, la belleza de cada ser a nuestro alrededor, como extensión propia, se hace realidad la igualdad de todos los seres que tanto prodigan las religiones, en éstas etapas de la vida, donde la experiencia sólo sirve a quien la tiene y algún que otro observador, dispuesto a escucharla.
El mendigo que se rebaja para permitir se le ayude con unas monedas, el músico de calle que regala con sus melodías a cambio de otras, el señor calvo que va adelante, el ejecutivo de al lado con su laptop, en un maletín disimulado, las adolescentes que ríen y lloran sus sueños, a un lado del angustiado, por alguna deuda, los viejitos que conversan sus recuerdos, con soluciones para todos los problemas prácticos, con la sabiduría que da la edad, conocen bien que estos pequeños problemas son los que en realidad importan.
Los niños que aprenden en el parque, en un cielo azul, con cantos de pájaros invisibles en el verdor de una tarde de primavera. Todos ellos uno mismo, en la experiencia de una vida, sin distinción de color, raza o ideología. En todos con sabiduría podemos vernos retratados y entender de esta forma que la humanidad es una sola. Conocimiento importante para resolver todos los problemas existenciales.
Para disfrutar de estas riquezas no son necesarios los bienes materiales, sólo un estado de ánimo adecuado, que puede cultivarse mas no comprarse. Disfrutar de éstas pequeñas cosas es el secreto de la vida plena, con cuanta frecuencia, se siente luego de comprar algo anhelado que aún nos falta algo!, algo que no se obtiene, comprando todos los accesorios y que se logra en parte al ver la alegría genuina de un ser querido.
Es esta armonía con el ambiente que se aprende a cultivar, estando en paz con la conciencia y que nunca es tarde para comenzar y que con demasiada frecuencia se tarda mucho en desarrollar.
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