Nuevamente otra semana, una vez más, son los jóvenes, quienes deberían ser protegidos quienes están más expuestos, a una geopolítica aterradora que es en realidad la que controla la toma universal de decisiones.
Los contribuyentes de los países más avanzados, se podrían comenzar a preguntar los motivos por los cuales mantienen organizaciones internacionales, a favor de los derechos humanos y la democracia, cuando su función principal es ocultar la falta de democracia.
Sale a la calle el viejo discurso y los politólogos nos explican que la democracia no son sólo elecciones, si no su ejercicio constante, mientras los líderes, se contentan con que las haya, así sean amañanadas. Sobre todo si los resultados son los que convienen.
Y estamos en un momento social de desconfianza universal, lo que alguien diga ha de ser verificado, puesto que existe mucha gente que dice lo que cree y no lo que sucede. O peor, lo que quiere creer, y una vez que se ha equivocado, busca argumentos para justificarse, antes de reconocer su error.
Sociedades de izquierdas y de derechas, otra ingenuidad, cuando la mayoría de las decisiones de buen gobierno han de ser técnicas y casi todo está estudiado, se mete la ideología que debería dar un matiz al color general y no ser el color general que acaba llenándolo todo.
Tal vez la falta de disposición a aceptar un error, sea la causa de la decadencia de nuestra cultura, ya que los técnicos triunfan en las sociedades capitalistas, donde son más productivos; y asesoran en las socialistas donde la productividad pierde valor sobre lo alguien considere justo, hasta aquí vamos bien pero no nos fiamos de los criterios de justicia, puesto que con frecuencia son justificaciones para hacer algo que conviene a un grupo o un individuo de la sociedad.
Si quien toma las decisiones no tiene claro donde está el norte y no tiene brújula que se lo indique, y quienes deberían señalarlo, le señalan dónde conviene que esté, entonces entendemos por que vamos como vamos.
Es entonces cuando decisiones que han de ser técnicas se convierten en políticas. Y como los políticos no requieren de calificación, les cuesta encontrar el camino entre sugerencias técnicas.
Hasta que de pronto alguien muestra una brújula y señala que hemos ido al sur a la deriva, cuando queríamos ir al norte y entonces es donde entra la mayoría, que no acepta que su líder se haya equivocado, señala al que a su vez señala el camino, con la brújula en la mano, de «profeta del desastre», de «desestabilizador de la economía», de «enemigo de la revolución» de «anti sistema».
Sería mucho más fácil si todos tuviésemos nuestra brújula, ¿Verdad?.
Pero la tenemos, generalmente cuando sentimos que algo no va bien encaminado o no es correcto, lo es, así nos convenga que no lo sea, sucede que atendemos más a lo nos conviene que a lo que debe ser y solemos ir a la deriva guiados por intereses, y no por la verdad.
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