Hasta qué punto ser indiferente es prudente o sensato. Los acontecimientos en Venezuela mueven a reflexión y obligan a tomar definiciones. El desborde espontáneo de la masa estudiantil en las calles protestando y ejerciendo un derecho consagrado e innegociable de discernir, disentir y hacerlo público en el marco de las leyes ha sido brutalmente reprimido por los cuerpos de seguridad del Estado, los mismos que son cómplices del accionar impune del hampa y que hoy reprimen con criminalidad la protesta usando la fuerza que no emplean para controlar la delincuencia.
Venezuela se ha convertido en una paradoja, dos mundos irreales que coexisten y que obviamente no han logrado reconocerse y convivir. Es lógico desear la paz para la sociedad, es lógico que esa paz sea un objetivo de todos, pero es obvio que la polarización impide aceptar o reconocer la verdad en el contrario, porque la conflictividad coloca las pasiones más allá de los extremos. Defenderse parece la consigna y ya no hay como llamar a la aproximación sin lamentar consecuencias y hechos trágicos.
Las luchas estudiantiles no tienen la contundencia para derrocar gobiernos, generan mártires, pero pueden tener la fuerza para hacer despertar a una sociedad sumisa o incauta, para lograr que los gremios, sindicatos u otros actores sociales salgan del asombro, se pronuncien y lo más importante es que pueden ser el detonante para que el pueblo salga a la calle a capitalizar la protesta y hacerla bien colectivo y de todos.
La Venezuela reciente vive en la inseguridad, el desabastecimiento, inflación, controles, saqueos organizados y activos que ejerce el hampa y saqueos pasivos que ejerce el ciudadano común en carrera constante por procurar productos que escasean, para revender y hacer de la especulación un negocio sustentable bajo el auspicio de un Estado que premia el agravio y no lo combate, con la premisa que los ricos no tienen derechos ni merecen productos de bajo precio y al final son los pobres los que termina pagando todo más caro.
Venezuela vive de la mentira y el absurdo inoculado por consignas y propagandas obsoletas ideadas en Cuba para llenarnos de farsa, Venezuela vive de la acusación constante cuando quienes acusan deberían ser los acusados, todo un trabalenguas social. En lo económico las divisas se controlan para impedir la fuga de dólares en viajes y eso representa menos del 8% de las divisas otorgadas y no se persigue a quienes realmente hacen un negocio con el diferencial cambiario. En lo social vivimos en la injusticia y el drama. En lo político vivimos una mala película en blanco y negro que pretende ser vista en un solo acto.
Cómo no solidarizarse con una protesta valiente que surge con la espontaneidad y la creatividad de los impulsos juveniles a pedir cambios y que además se enfrenta en desigualdad contra la represión manifiesta de un estado militar y violador de derechos humanos que humilla masas para mantener el estatus y bienestar de unos cuantos burócratas pseudo-socialistas que ya no huelen a calle y si a perfumes, lujos y prendas caras.
Es tiempo de definiciones sin que eso signifique estar de espaldas a la paz o simplemente no desearla. Es tiempo de opinar con objetividad o no perderla en medio del bloqueo y secuestro informativo que ejerce el Estado.
Todas las revoluciones, con muy pocas excepciones, terminan traicionando sus principios y quemando las banderas que dé inicio enarbolaron. La revolución chavista nació sin alma, muy llena de verde oliva. Cautivó a muchos, capitalizó la rabia de muchos sectores tradicionalmente ignorados, uso la fuerza de un líder carismático para sembrar el odio entre hermanos y desde hace mucho tiempo solo vive para subsistir a costo de drama social, populismo, dadivas y ofertas de porvenir que siempre faltan.
Quien puede predecir hoy en día el futuro que nos espera a los venezolanos en medio de estas circunstancias. Las democracias no son solamente elecciones, pero nos hicieron creer que eso era lo más importante, y eso es solo una parte de la convivencia en democracia. Los gobiernos sanos deben promover disidencia y lo más importante, respetarla y hasta necesitarla, los gobiernos que no desean ser controlados se desbordan y terminan defraudando a todos y viviendo en el afán de mantener el poder o perpetuarse. Los ciudadanos tenemos derecho a desobedecer y luchar contra un estado criminal y entreguista que complace los intereses y necesidades de unos pocos, que atiende más las necesidades de los cubanos que las de sus naturales.
Es trágico y lamentable todo cuanto ha ocurrido en los últimos días, trágico la muerte de jóvenes estudiantes y trágica la violencia desplegada, es un estado de guerra civil atípica mantenida con el discurso incendiario y divisorio del resentido oficialismo chavista, discurso mantenido desde lo alto de sus máximas autoridades y los caminos desviados de una oposición dispersa, ocasionalmente débil y frecuentemente infiltrada de las más bajas intenciones y las más insólitas ambiciones, carentes de líderes fuertes y nobles, hasta hoy, cuando la locura del dueto inMaduro / Maldado Cabello acaba de llenar de opciones al más fuerte candidato para cualquier próximo encuentro eleccionario.
Vivimos en una dictadura atípica, legitimada reiteradamente en la convocatoria al voto ingenuo y hasta bobo o temerario, vivimos bajo el mando de un gobierno disociado que promueve el delito, vivimos en el absurdo de unos líderes que se hicieron notorios con el abrupto de un golpe de estado en 1992 y que ahora llaman golpista a quienes les adversan o les hacen declarada oposición.
La desobediencia es el camino, la desobediencia en actitud pacífica y ciudadana, es hora de expresarnos desde todas las posiciones y en la cercanía o la distancia para demostrar solidaridad más allá de las palabras. Es hora de cambios, para promoverlos desde cualquier foro, desbordar los espacios con la denuncia, desbordar los espacios con la contundencia de los hechos, es hora de enfrentar por otros medios más humanos a un gobierno que se aleja cada vez más del ciudadano y complace intereses personalistas, promueve y ejerce la mentira de Estado, controla sus instituciones y viola constantemente la constitución que dice respetar, que se puso de espaldas a una parte del país que pide y urge por cambios, que pide por la inclusión de todos, el respeto de todos y exige espacios para convivencia sana.
Abajo los gobiernos tiranos, abajo sus líderes autocráticos, abajo el gobierno de los resentidos, de los mediocres, de los militares autoritarios y sus esbirros inhumanos que maltratan mujeres o jóvenes, que no toleran ni aceptan diversidad, que consienten la delincuencia y permiten los delitos más atroces perpetuados a diario. Basta de discursos llenos de odio y rencor, basta de farsas, basta de ventajismo, basta de desigualdad, basta de hospitales inservibles y escuelas dañadas, basta de complacer a los cubanos y ayudarlos a subsistir, permitiendo el chuleo vulgar que ejercen exportando seres humanos que solo llevan a otras latitudes sus modelos de socialización de la miseria y hambre y le devuelve a los Castro y sus funcionarios el dinero para mantener su estatus de burócratas caribeños burgueses que solo generan asco. Basta de injusticias, basta de ceguera, basta de tolerar calamidades. Basta ya de tanta anarquía, absurdo, abuso y caos.
Llego el momento en que las balas, los gases, y los atropellos reiterados bajo los pretextos más insensatos se transformen en sus castigos y sus verdugos porque el impulso de un pueblo no se reprime, no se calla con armas y no se olvida tan fácil.
Los mártires de febrero, sus vidas, sus luchas nobles y su descontento será el impulso para generar el orden social que todos deseamos, que este pueblo aprenda sus lecciones y no tolere nunca más la infamia, la farsa, el absurdo y la mediocridad de unos líderes ineptos hechos de hojalata.
Jesús Zurita Peralta.
CI: V- 6.625.245
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