Vivir en el absurdo es complicado y hasta peligroso, se pueden confundir significados y alterar la realidad peligrosamente.
Hemos perdido la capacidad de indignación y adquirimos una destreza para resignarnos a la luz de los asombros espasmódicos diarios. Cuando en la guerra civil cotidiana que vivimos nos sorprende la muerte o acontece la pérdida de alguien notorio o cercano, es cuando entendemos, momentáneamente, la magnitud de nuestra tragedia colectiva. Pero tenemos el atributo de la memoria frágil y el pronto olvido; seguro nos sacudiremos cuando nos sorprenda el nuevo acontecimiento de un siguiente drama.
Vivimos abrumados de propaganda y consignas, en favor o en contra de algo, claro que más visibles son las que pujan para estar a favor, por convicción o circunstancias. Hay muchos más proyectos que realidades, es el país de lo inconcluso o no terminado, proyectos que se muestran como logros, parece que tan solo planificar, en un país tan improvisado, es toda una virtud y merece una valla publicitaria inmensa y una pomposa propaganda. Aquí la hazaña es drama y el drama solo otra circunstancia.
Vamos de mal en peor pero lo negamos, usamos la negación como estrategia psicológica primitiva, básica, casi que como recurso defensivo, cómo si siempre hay que defenderse de algo. El desabastecimiento es constante y muy frecuente, pero ya nos resignamos, el control de cambio ya es justificado, beneficia a muchos, perjudica a todos, el diferencial entre el cambio oficial y el otro, que no se nombra por decreto, es la distorsión, pero esa distorsión siempre beneficia a alguien y termina siendo medio de vida para los que trabajan del rebusque y sus modalidades, hay que seguir acusando a alguien y sufriendo las calamidades del absurdo cambiario.
Desde el absurdo este país celebró hace muy poco su independencia alimentaria y ayer con descaro denuncia a las mafias de la IV República por causar desabastecimiento, y es que esta gente llego ayer? Olvidan que tienen aquí 15 años gobernando? Olvidan que ya la culpa es de ellos? Olvidan que son gobierno y hablan convenientemente como opositores trasmutados de ellos mismos? Pero siguen volteando a los lados y buscando a quien culpar de la ineficiencia propia, solo generan pena y más pena da que nadie se indigne de tanta basura hecha palabra.
El hombre balbucea, Juan Bimba hace pausas buscando en su discurso alguna palabra que no le pertenece, se queda sin retórica, es escaso, procura parecerse al émulo, se entusiasma, se lo cree, resiste y no puede, entonces solo grita y de nuevo balbucea a ver cómo termina eso. Vence el fastidio de oírse a sí mismo, de repetirse, saberse muy mal orador, y entonces recurre al chiste chabacano, a romper la solemnidad y el protocolo, eso que a la audiencia, que se le parece tanto, le agrada, ya decía Uslar que nos encanta la informalidad y el tuteo. Ese mito de “es que los venezolanos somos chéveres” que tanto daño le hace a la autoestima del nativo y le impide indignarse y lo obliga a resignarse, eso que lo hace acostumbrarse a hacer largas colas para conseguir el trofeo de 2K de leche en polvo que quizá ya no necesita pero que le entretienen y le ocupan a pleno mediodía y le sacuden del ocio. Aunque las cifras oficiales digan que el desempleo es del 5,6% y la relación empleo formal e informal se invirtió con la revolución, yo me pregunto, pero que hace tanta gente en la calle a toda hora persiguiendo alimentos escasos? Será que cuando aparece harina pan, aceite, azúcar y papel higiénico les dan día libre para ir por ellos o es que en realidad no trabajan y las cifras son falsas?.
Es una mezcla rara de absurdo la que nos mueve, que sustituye la indignación por resignación y hace que nos adaptemos rápidamente a la calamidad, convirtiéndola en modo de vida. Así nos hemos ido adaptado al hampa dominante y desbordada, llena de crueldad y muy mal intencionada, a la crónica del crimen despiadado con sus 25 mil muertes anuales, a tener miedo por igual a policías, guardias y ladrones, a escondernos en casa, refugiarnos, ser desconfiados.
Así nos hemos ido adaptando a las diligencias y tramites burocráticos, a las trabas, a las trampas electorales, a las calles inservibles e intransitables carreteras, a sortear huecos y ser los primeros en colgar en redes sociales una advertencia que nos da notoriedad al señalar el hueco más grande.
Así hemos ido celebrando ridículamente las coronas de las reinas de belleza en medio del drama de la muerte violenta de alguien notorio, sin inmutarnos por los muertes anónimas que ocurren a diario en una sociedad que está en guerra civil negada, negada porque las víctimas son usualmente de abajo y nos permiten ignorar el asunto, asómbranos o armar alborotos de vez en cuando, solo cuando unas balas salpican a los estratos de arriba y muere el hijo de Claudio Fermín o matan a Mónica Spear, su esposo, hieren a su hija, ahora huérfana, de manera salvaje y miserable, abominable, pero seguimos resignados, el drama nos escandaliza por ráfagas.
Es una mezcla social rara de absurdos para tolerar fallas eléctricas, escuelas inservibles y hospitales derrumbados, tolerar burócratas oficiales y políticos que se ocupan del vocifero, luciendo el lujo que solo la corrupción permite. Pero resulta que tampoco nos indignamos, simplemente hay muchos que aspiran estar ahí, envidian al corrupto y queriendo llegarle cerca al facilismo y la ventaja.
El absurdo nos está enfrentando a la peor de las formas de resignación, el silencio, la aceptación del dirigente mediocre por encima del gobierno de los capaces, de la falsa moral por encima de los valores, de lo injusto como forma de vida, del insulto como manera de dialogo, de la ironía y la burla, del injusto ataque contra aquel que piensa distinto y hay que aplastarlo, estamos anarquizados, desatados, nadie nos ataja.
Nos estamos resignando a negarlo todo, a esperar milagros sin hacer nada, sin apartarnos de lo poco que nos queda, nos estamos resignando a las mentiras y los eufemismos por encima de lo objetivo y tangible, estamos aceptando peligrosamente los discursos vacíos, el de las carencias, tolerando los absurdos argumentos de que el problema de la violencia en Venezuela es culpa del contenido de los programas de TV y los antivalores transmitidos en las novelas, culpando con descaro al mensaje de los medios, negando la importancia a otros asuntos más graves como falta de familia, educación, del abandono y deserción escolar, estereotipos sociales distorsionados, impunidad, debilidad del sistema judicial, “malandranización” de la sociedad, violencia de género, familia, hogar, embarazo en adolescentes, tráfico de armas y municiones, drogas, apología al delito como filosofía gubernamental y muchos más etc que pueden ayudar a entender el problema social que atravesamos, nos estamos acostumbrando a los razonamientos fáciles y las culpas cortas o baratas.
Nos estamos acostumbrando a quedarnos sin reservas morales y sustituir el valor del mérito civil y ciudadano por el atropello militar y sus logros fáciles.
Las instituciones también se han resignado, se han arrodillado ante el poder del absurdo pseudorevolucionario, en donde la mediocridad va triunfante y los valores caminan descalzos, van a la intemperie, acorralados por la barbarie y la vorágine. De Venezuela queda muy poco ya, casi nada, todo porque nos hemos resignado y ya no sabemos indignarnos. Pero seguimos en el cuento de la tierra de gracia y el gentilicio exaltado que nubla o interfiere la realidad o impide la autocrítica.
Este país desde hace tiempo se llama Barriozuela, si se desea patria habrá que reorganizarlo todo, reconstruirlo, reacomodarlo, reordenarlo, rehacerlo, reedificarlo, fajarse para fabricar otra patria más sana. Quizá desobedecer sea la ruta constitucional para contarnos y ver qué pasa.
Jesús Zurita Peralta
CI 6.625.245
PD:
Chávez prometió llevarnos al mar de la felicidad, al modelo cubano, y vamos, pero qué paradoja, mientras Cuba sale o lo intenta, nosotros entramos. Solo que aquí hay malandros y bastantes, y allá fueron aniquilados, y petróleo que financia disparates. El espejismo cubano también pasó por creerse los mejores, tener la mejor medicina, la mejor educación, el país más seguro y se fueron haciendo pobres y miserables, lo fueron negando todo, socializaron la miseria y se estancaron en los años 50’s/60’s, pero aun venden fantasmas. Alguien irá a comprar los nuestros mañana?
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