Las sociedades poseen un comportamiento colectivo, sus líderes, funcionarios, o referentes, pueden contagiar de buenas intenciones o por el contrario pueden llevarlas peligrosamente a transitar los senderos del absurdo desde las intenciones individuales. En lo más reciente hemos tenido una vida común, compartida o no, en el verbo eufórico del odio, resentimiento, pugna, lucha y conflicto, mensajes diarios y tácitos, emitidos desde la primera magistratura y lo más alto de poder político, lo demás ha sido obedecer o practicar. Estamos entrando en una etapa de convivencia o tolerancia con la mediocridad que resulta alarmante, nos exponemos a carecer de asombro, permitir risas en donde cabe indignación y reclamo. Hemos permitido que la sociedad se pelee con el mérito y olvide valores como, honestidad, probidad, justicia; adquirimos capacidad para coexistir con el autoritarismo, el atropello, el ejercicio abyecto de poder, maltrato, segregación, menos precio, intolerancia, soberbia e imprudencia. Estamos consintiendo que los problemas del país, que son responsabilidad del Estado, se consideren culpa de otros que no ejercen gobierno. Si educación, salud, alimentación, vialidad, por decir algo inmediato, no funcionan, aceptamos que el Estado ineficiente disfrace su ineficiencia culpando a terceros, nos estamos creyendo el cuento, por ejemplo, que las fallas de suministro eléctrico son culpa del imperio, los apátridas, el sabotaje y no consecuencia del descuido y falta de mantenimiento de un Estado despilfarrador e irresponsable que vive de la propaganda y evade los hechos. Hay señales evidentes del mediocre tiempo actual y sus representantes.
Jesús Zurita Peralta. CI: 6.625.245
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