La noticia me consternó, un sonado caso de una muerte materna en mi tierra natal, con condena para una profesional, que la recuerdo por esos días, como competente y preocupada, me llevó de manera violenta a recordar lo expuestos que están los profesionales de la salud en un servicio público en Venezuela.
Entiendo la tragedia una mujer joven y sana, de repente fallece de manera trágica, durante un momento que debió significar felicidad y perdió sus dos hijos, dejando una familia dolida, que pierde a una hija, hermana, madre y nietos, en una tragedia donde no existen palabras para calificarla. Más cuando se detectan fallos importantes en la cadena de atención sanitaria. Obviamente todos tenemos la sensación de que en éste caso pasó algo que no debía ocurrir y que debería haber culpables.
El duelo tiene varias fases, la negación, la culpa, la ira y la aceptación. cuando la búsqueda de un culpable se asocia a la ira, es cuando se busca una cabeza visible para una particular vendetta, por supuesto si existen negligencias, deben ser corregidas y en justicia social castigadas, de esta forma la sociedad logra un nuevo equilibrio.
La necesidad de Justicia se corresponde con una necesidad humana primaria.
Por ello es que suelo ser partidario de que estos casos sean ventilados en tribunales, donde un tercero imparcial, establezca dentro de tanta subjetividad competencias y responsabilidades.
En este caso tengo la sensación de que una compañera de trabajo calificada y competente, fué juzgada y condenada antes del juicio durante el duelo, la sentencia que recibí por mail, del tribunal superior de justicia de Venezuela, cuando el defensor solicita la radicación del juicio, establece una serie de incoherencias, que lo demuestran; la mas grande entre otras, donde afirman que se trataba de una médico residente no capacitada, cuando se trata de una especialista formada y con capacidad de realizar ésta y otras intervenciones, un sólo hecho muy fácil de verificar y que el tribunal superior (La máxima autoridad en Justicia, además inapelable), establece sin ser real.
Ahora todos harán leña del árbol caído, los colegios de médicos, harán mutis y Jackelin conocerá a sus verdaderos amigos.
En ningún lado de la sentencia, se establece la responsabilidad institucional por no garantizar las condiciones mínimas de seguridad para una paciente ingresada, ya sean físicas, de material, de pruebas de laboratorio confiables, o de recursos, para atender en hospitales abandonados a la buena de dios a los pacientes que día a día acuden a ellos.
Ya en la carta de renuncia a mi cargo del hospital implicado, explicaba la inseguridad del ejercicio profesional como una de las causas, exponía que se nos obligaba a ejercer una medicina sin medios, sin recursos y que además por política, nos convertíamos los médicos en cabeza de turco, cuando algo sale mal, cuando la necesidad de una venganza social que debería ir encauzada hacia un sistema deficiente para mejorarlo, se enfila hacia el eslabón más débil que es el profesional que mal pagado hace lo que puede con los recursos que a cuentagotas le suministran, cuando no es el familiar que debe ir a comprarlo en los prósperos negocios de material que se encuentran en los alrededores de los hospitales, que no crítico, al contrario, salvan muchas vidas dada la falta de recursos crónica de los centros públicos.
Todos los que hemos trabajado en el sistema público venezolano, algunos por vocación (la mayoría) otros por necesidad, hemos sido testigos de tragedias institucionales, algunos perseguidos por denunciarlas, la mayoría ignorados por la sociedad y por los gobiernos, a quienes se les hace más fácil ocultar la verdad y cuando la necesidad de justicia, les apremia, sacarse de la manga el as de la «negligencia profesional», para reivindicar socialmente sus fallos.
Conocí a Jackelin, no era una especie de monstruo que se iba a dormir mientras tenía pacientes de cuidado, no es ésa la que recuerdo, la recuerdo como una profesional preocupada y diligente, además de competente.
Me imagino los comentarios acusándome de cerrar filas con una colega, no es así, me persigue sólo el deseo de aportar algo que en mi concepción que puede estar errada, me parece importante aclarar. Me había prometido callar y no participar más pues todo ello siempre me ha traído más problemas que tranquilidad, sin embargo ahora sentía que no podía callar.
Lamentablemente por alguna organización cósmica este tipo de cosas le suelen suceder a los buenos, la experiencia marcará, pero saldrán de ella fortalecidos, y seguirán adelante, por duro que sea el golpe que han recibido. Vale para las dos partes.
Se que los familiares de la paciente en cuestión de alguna manera se sentirán redimidos, lamentablemente la condena que en mi humilde opinión no es del todo justa, pues se queda corta, culpando de todo a la doctora, sin establecer responsabilidades de la institución que las tiene y tal vez en mayor cuantía, no servirá del todo para restablecer tan dolorosa pérdida.
Tal vez luchar por un sistema sanitario de calidad lo haga, pero es sólo una idea, que puede estar errada.
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